El éxito o el fracaso de una marca puede venir determinado por un buen o mal ‘naming’. Para el recuerdo de todos, los míticos y desafortunados Mazda Laputa, Mitsubishi Pajero o Nissan Moco.
El nombre de una marca o producto es su primer elemento identificativo, por tanto, una correcta elección del mismo es capital. Y dentro del trascendental y complejo proceso de ‘naming’, una de los cometidos más importantes se encuentra en establecer la tipología del susodicho.
Veamos ahora cuáles son los tipos de ‘naming’ más habituales:
Descriptivos: son aquellos que indican o describen lo que una empresa, producto o servicio hace. Zumosol, Gas Natural o Don Limpio son tres ejemplos evidentes de este tipo de nombre. Su sencillez los posiciona de una manera clara en el imaginario de los consumidores, circunstancia que a su vez permite una inversión publicitaria menor.
Acrónimos: UPS (United Parcel Service), IBM (International Business Machines) e incluso IKEA (Ingvar Kamprad Elmtaryd Agunnaryd) son empresas cuyo nombre es un acrónimo, es decir, está formado por las iniciales, y a veces por más letras, de otras palabras. Han de ser fáciles de recordar, sonoros y rápidos de decir.
Abstractos: inventados vaya. Bershka, Kodak, Jeep, Twitter, todos ellos han sido creados desde 0, son palabras nuevas. Al carecer de significado, su acogida dependerá de la imagen y de los valores que desprenda la marca.
Geográficos: cuando el nombre hace referencia a su ubicación geográfica. Estrella Galicia, Banco Santander, etc., de tal manera que el consumidor asocia el producto en cuestión a lo que le evoca ese lugar.
Patronímicos: los que usan el nombre o apellido de la persona fundadora. Es una tipología cada vez menos utilizada aunque encontramos una buena nómina de casos exitosos: Disney, Ford, Carolina Herrera, Lacoste…
Evocativos: partiendo de una raíz conocida se crea una palabra nueva, como por ejemplo Imaginarium, Vueling o Bankia.
Neologismos: similares a los anteriores, pero en este caso, el nombre se construye a partir de una o varias palabras ya conocidas: Microsoft (Microcomputer + Software), Movistar (Móvil + Star), Instagram (instant + telegram).
Asociativos: se genera un nombre asociado a un concepto. Puma, que está relacionada con el animal y que quiere simbolizar la agilidad, la fuerza, la velocidad, la flexibilidad y la resistencia del felino, representa a la perfección este tipo de naming.
Etimológicos: Nivea, Volvo, Kappa, son nombres que provienen de idiomas antiguos o extranjeros. Pretenden dar un carácter universal y atemporal.
Onomatopéyicos: una onomatopeya es la palabra resultante de la imitación de sonidos. Aquí encontramos marcas como Boing o Crunch.
Como acabamos de ver, tenemos muchas opciones en cuanto a la tipología de nombres se refiere. Eso sí, dar con el ‘naming’ perfecto es un procedimiento que exige paciencia, creatividad y esfuerzo. Y tú ¿Cómo te llamas?